Cómo decirle a un niño que un ser querido ha muerto
La muerte de un familiar o amigo es uno de los momentos más dolorosos que experimentamos a lo largo de nuestra vida, y tratar de explicarles a los niños algo que inclusive nosotros como adultos no entendemos es una tarea difícil.
En tiempos pasados, cuando un familiar fallecía se le velaba en casa, en compañía de todos los conocidos, y entre ellos los niños; ellos podían presenciar el cuerpo y acciones religiosas como orar o velar los restos, teniendo como utilidad psicológica elaborar la idea de muerte. La costumbre de incluir a los niños en los rituales de despedida es cada vez menos frecuente, lo que en ocasiones impide que el menor se dé cuenta que alguien importante para él o ella ha muerto.
Comúnmente se cree que los niños no viven el duelo de la misma manera en que lo hacemos los adultos, porque no son capaces de expresar abiertamente sus sentimientos pues, debido a la etapa de desarrollo en la que se encuentren, la comprensión de la idea de la muerte pasa por varios niveles.
Además del nivel de madurez y la edad, que un niño afronte adecuadamente la muerte depende del acompañamiento y manejo por parte de los adultos.
La muerte de una persona significativa en la vida del niño puede ser un suceso traumático, especialmente si la persona que muere es alguno de los padres. Padecimientos como la depresión, ansiedad y fobias pueden manifestarse a cualquier edad. Es recomendable que, ante la pérdida, la familia reciba apoyo terapéutico y si los síntomas propios del duelo, como lo son la tristeza profunda o la irritabilidad, exceden el año, habrá que acudir a profesionales de la salud inmediatamente.
El Proceso de Duelo según la edad
Menores de 3 años
Un niño menor de tres años no tiene la capacidad cognitiva para entender qué es la muerte. Si su madre llega a ausentarse por muerte o enfermedad, lo percibirá como abandono y lo reflejará con inseguridad; si la madre muere, el anhelo de que su madre regrese persistirá por años. A esta edad suelen manifestar apatía, irritabilidad, pasividad, pérdida de sueño y peso.
De los 4 a los 6 años
De los cuatro a seis años la manera de pensar de los niños es concreta, por lo que conciben a las personas muertas como dormidas, y creen que se puede «despertar» de la muerte. A esta edad aún no logran comprender que pueda haber algo después de la muerte, pues está más allá de su capacidad cognitiva. Es probable que a esta edad necesiten constantemente que se les recuerde que la persona ha muerto y no regresará.
A esta edad suelen aparecer regresiones como mojar la cama, miedo a la separación y al abandono, pérdida de sueño y apetito, culpa y berrinches. Muchas veces sus conductas van enfocadas a ser tratados como bebés más pequeños.
De los 6 a los 9 años
De los seis a nueve años ya logran comprender el concepto de muerte. A veces personifican a los muertos como fantasmas o ángeles. Sin embargo, perciben la muerte como algo ajeno a ellos. Cuando un niño de esta edad manifiesta su duelo con agresividad, nos encontramos ante un mecanismo de defensa para evitar que el dolor no logre afectarle más. Otros niños suelen mostrar mucha curiosidad en torno a la muerte como forma de aceptar lo que ha sucedido; también pueden aparecer fobias.
A partir de los 9 años de edad
Después de los 9 años ya logran comprender la muerte como inevitable e irreversible, aun para ellos mismos. Sin embargo, su duelo aún es complicado. Pueden presentar culpa, rabia, vergüenza, ansiedad, cambios de humor, trastornos alimenticios y del sueño; incluso dejan de experimentar gusto por actividades como el juego o la compañía de personas que solían disfrutar.
Consejos para comunicar la muerte de un ser querido a los niños
Dar a conocer la noticia con serenidad, pero sin ocultar la tristeza, de una manera clara, concreta y sin detalles gráficos que puedan impactar a los pequeños es la manera más adecuada de informarles del fallecimiento. A continuación, se explican aspectos a tomar en cuenta al dar la noticia de la muerte de una persona significativa a un niño o una niña.
Honestidad – “Siempre decir la verdad”
Acompañar a un niño en duelo significa, ante todo, NO APARTARLE de la realidad que se está viviendo pues, a diferencia de lo que se cree, al ocultarle el fallecimiento no se le protege del sufrimiento. Incluso los niños más pequeños son sensibles a la reacción y el llanto de los adultos, a los cambios en la rutina de la casa, a la ausencia de contacto físico con la persona fallecida; los pequeños se dan cuenta que algo pasa y les afecta.
Es importante que los niños vean que los adultos expresan su tristeza, pues esto le mostrará que está permitido dar a conocer las emociones. Sin embargo, evitaremos que pueda presenciar escenas de pérdida de control como escuchar a los mayores decir cosas como «Yo también me quiero morir» o «¿Qué va ser de nosotros?»
Paciencia
Para los niños, especialmente los pequeños, habrá que explicarles una y otra vez lo ocurrido y lo que significa la muerte. En su mente, la persona que ha muerto sigue comiendo, respirando y existiendo, y se despertará en algún momento.
Respuestas concretas evitando la ambigüedad
Los niños de estas edades se toman todo al pie de la letra. Es importante evitar expresiones como «se ha ido», «lo hemos perdido» (pueden pensar: ¿y si me pierdo yo y no sé volver a casa?), «ha desaparecido», «se ha quedado dormido para siempre» (pueden temer no poder despertarse), «se ha marchado de viaje», «Dios se lo ha llevado», etc. Estas expresiones pueden alimentar su miedo a morir o ser abandonados, y crear más ansiedad y confusión. Es mejor decirle que la persona ha muerto, sin utilizar lenguaje metafórico que sólo complique la elaboración del duelo.
No esperar mucho tiempo antes de dar a conocer la noticia
Aunque resulte muy doloroso y difícil hablar de la muerte con el niño, es mejor hacerlo lo antes posible. Pasadas las primeras horas de mayor dramatismo y confusión, buscaremos un momento y un lugar adecuado y le explicaremos lo ocurrido con palabras sencillas y sinceras. Por ejemplo, podemos decirles: «Ha ocurrido algo muy triste. Papá ha muerto. Ya no estará más con nosotros, porque ha dejado de vivir.»
Evitar detalles que puedan impactar al menor
Procuraremos hacerlo con pocas palabras. Por ejemplo: «Ya sabes que ha estado muy muy muy enfermo durante mucho tiempo. La enfermedad que tenía le ha causado la muerte.»
Como se explicó con anterioridad, pueden surgir miedos irracionales o fobias: el niño puede tener miedo de morir ante cualquier enfermedad banal, por lo que es importante recalcarles que las personas sólo se mueren cuando están muy muy muy enfermas, y que es difícil contagiarse. Es caso de accidente, podemos decir que quedó muy muy muy malherido, que los médicos y las enfermeras hicieron lo posible para «arreglar» el cuerpo, pero que, a veces, está tan herido o enfermo que las medicinas no le pueden curar.
En casos de suicidios, podemos explicarles a los niños la tristeza, y que algunas personas se enferman a causa de ella y mueren. A partir de los 9 años se les puede decir que, cuando una persona causa su propia muerte es debido a enfermedades emocionales; es importante eliminar alguna sensación de abandono o culpa que pueda surgir.
Los niños, en su fantasía, pueden creer que algo que pensaron, dijeron o hicieron causó la muerte. Si un niño dice: «me hubiera gustado ser más bueno con mamá, así ella no habría muerto», debemos decirle con calma, pero con firmeza, que no ha sido culpa suya.
Si un niño hace una pregunta para la que no tengamos respuesta, por ejemplo “¿Por qué a mí?”, no pasa nada por decirles que nosotros también nos hacemos las mismas preguntas, o que sencillamente no sabemos la respuesta. Es bueno sepan que todos los seres tienen que morir algún día, y que le ocurre a todo el mundo.
Permitir que participe en los ritos funerarios
Animar al niño a asistir y participar en el velatorio, funeral o entierro puede ayudarle a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo. Si es posible, es aconsejable explicarle con antelación qué verá, qué escuchará y el porqué de estos ritos.
IMPORTANTE: Si el niño no quiere ver el cadáver, o participar en algún acto, no debemos obligarle ni hacer que se sienta culpable por no haber ido. Si los padres o padre superviviente están demasiado afectados para ocuparse de las necesidades del niño, puede ser conveniente que otra persona (un familiar o amigo de la familia) se ocupe de atenderle y se responsabilice de acompañarle durante estos actos. Es preferible que sea alguien cercano al niño, que le permita expresar sus emociones y se sienta cómodo contestando sus preguntas.
Animarle a expresar lo que siente
Aunque no siempre las expresen, los niños viven emociones intensas tras la pérdida de una persona amada.
Si perciben que estos sentimientos (rabia, miedo, tristeza) son aceptados por su familia, los expresarán más fácilmente, y esto les ayudará a vivir de manera más adecuada la separación. Frases como: «no llores», «no estés triste», «tienes que ser valiente», «no está bien enfadarse así», «tienes que ser razonable y portarte como un grande», pueden cortar la libre expresión de emociones e impiden que el niño se desahogue.
Los niños no expresan el sufrimiento por la pérdida como los adultos. Es más frecuente apreciar cambios en el carácter, cambios frecuentes de humor, agresividad, disminución del rendimiento escolar, alteraciones en la alimentación y el sueño.
Si los síntomas afectan la calidad de vida del menor, es necesario acudir a un acompañamiento terapéutico para prevenir complicaciones futuras.
“La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras”.
Jean Jacques Rousseau
Facebook: Psicóloga Jimena Báez
Psicología Clínica / Arteterapia