Urgencia de Un Nuevo Pacto Federal
Las Enmiendas Alejan El Espíritu Inicial del Bien Social
Tema de actualidad es la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en el Centenario de su promulgación en Querétaro, un cinco de febrero de 1917, por lo que los grupos y organizaciones liberales de Mérida – entre los que participó la agrupación “FRATERNIDAD Y JUSTICIA” –, y seguramente de toda la República, presentaron ponencias en foros, matizadas con apuntes históricos, llegando a la conclusión de que es necesario un Nuevo Constituyente.
La voz de Yucatán, en aquel entonces, la llevaron Héctor Victoria, Antonio Ancona Albertos, Miguel Alonso Romero y Enrique Recio Fernández. Del primero, Victoria, el maestro Modesto Sánchez de la Normal Superior de México nos decía, para orgullo de los yucatecos, que fue el que llamó la atención a los congresistas al señalar que los derechos laborales de los trabajadores, en general, les quedaban “tan lejos como las estrellas” lo que motivó, ahora sí, la inclusión de la defensa del asalariado en el Artículo 123. Hoy, se ha perdido de nuevo y se encuentra nuevamente “tan lejos como las estrellas.”
Un nuevo Constituyente no es empresa fácil, porque el actual tiene cerca de ochocientas enmiendas, todas ellas para un aparente beneficio social, cuando en realidad favorecen los intereses de una minoría rapaz.
Por ejemplo, en el uso de ejido, inicialmente servía para la producción del campo, y ahora permite que los especuladores compren barato y vendan a precios altos, o bien se destine para fraccionamientos en donde construyen viviendas de muy baja calidad y precios exorbitantes; en lo que se refiere a la protección de medio ambiente, resulta letra muerta cuando vemos que nuestra sierrita yucateca es saqueada con la extracción de enormes bloques de piedra llevada en las carreteras a vista e indiferencia de las autoridades complacientes y venales.
Las playas están plagadas de extranjeros, contrario al espíritu inicial de nuestra Constitución que establece que en una franja de cincuenta kilómetros a partir de la costa marina hacia adentro, y en las fronteras del río Bravo y del Suchiate a cien kilómetros, ningún no nacional podía tener propiedades. Sin embargo, Chelem, Chuburná, Progreso, y otras playas en nuestro terruño, y por toda la costa nacional, están plagadas de estadounidenses, canadienses y de otras nacionalidades a quienes, al tipo de cambio de su moneda contra la nuestra devaluada, les resulta un regalo lo que adquieren, para después contratar a empleados a quienes pagan salarios irrisorios. A falta de conciencia patriótica, o por necesidad, surgen los prestanombres.
Porfirio Muñoz Ledo, en su libro “LA RUPTURA QUE VIENE”, prologado por Andrés Manuel López Obrador, magistralmente hace un acertado y profundo análisis de la realidad mexicana, como producto de su vasta experiencia política y su indiscutible conocimiento del Derecho, y concluye proponiendo la necesidad de una Nueva Constitución apegada a la modernidad, a la verdadera democracia, y a una nueva conciencia política en beneficio de todos. Manifiesta su desencanto cuando se tuvo la esperanza en el 2000 de una transición justiciera con Vicente Fox, que fue todo lo contrario, señalándolo como un gobierno catastrófico y fallido.
No es fácil, por los fuertes intereses enraizados de una minoría favorecida por esos múltiples parches, pero no imposible. Depende del voto masivo, protegido de las trampas y triquiñuelas, para que no quede duda alguna, a favor de los proyectos que sí quieren el total ajuste del Derecho Constitucional en beneficio de las mayorías.
El 2018 está a la vista. Es una acariciada oportunidad y tarea de todos.
Maxcanú, Yucatán, a 25 de abril de 2017
Juan Apolo Durán Castillo