Editorial
Hace 100 años, junto a sus hermanos, Felipe Carrillo Puerto fue inmolado tras un juicio sumario. Algunos asignan la responsabilidad a la denominada Divina Casta, la clase pudiente yucateca cuyos intereses habian sido afectados por diferentes leyes promulgadas durante el breve periodo de gobierno del oriundo de Motul. Otros investigadores apuntan hacia la no tan descabellada teoría de que los generales norteños de la recién culminada Revolución Mexicana decidieron no mover un dedo ante las ideas y boyante popularidad de Carrillo Puerto, deshaciéndose así de la competencia y de las ideas socializantes que impulsó.
Como fuera, a pesar de la brevedad en tiempo, la inmensa obra del gobernador yucateco, reflejada en leyes, benefició como nunca antes a la población más necesitada de atención en el estado, a los más pobres. Convencido también de que la educación traería beneficios a la sociedad, creó la Universidad del Sureste, predecesora de la actual Universidad Autónoma de Yucatán.
Las ideas y los conceptos nunca mueren, mucho menos cuando se desarrollan y enuncian en beneficio de la población. Felipe Carrillo Puerto, en este 2024, recibe un muy merecido reconocimiento del gobierno federal.
A la distancia, su manera de pensar, su acercamiento a la gente y a sus verdaderas necesidades, su deseo de que el imperio de la ley prevalezca en beneficio del pueblo, hacen de la figura de Felipe Carrillo Puerto un verdadero ejemplo a seguir por los políticos y gobernantes actuales, federales, estatales y municipales, tan cercanos a sus intereses y bolsillos, tan alejados de las necesidades de sus gobernados.
Que este 2024 se convierta, a la luz de las ideas de un gran ser humano y gobernante como lo fue Felipe Carrillo Puerto, en el parteaguas del México que todos deseamos, un México pródigo en oportunidades de empleo, educación, desarrollo social, salud y seguridad. Todo al amparo de la ley.
