Inicio Nuestras Raíces ¡17! El Tanto del Triunfo

¡17! El Tanto del Triunfo

4
0

Visitas: 0

Vivencias Ejemplares. Apuntes de un Maestro Rural.

Vivenciasxv_1

XV

¡17! El Tanto del Triunfo

Avancé hacia el árbitro y, no obstante que como entrenador no tenía derecho, pedí “tiempo”. Extrañamente, el árbitro me lo concedió y junté a mis muchachos. La expectación de todos era enorme. Guardaron silencio total. El equipo marianense se congeló en su puesto acezando mientras que, cabeza con cabeza, yo decía a mis niños:

“Muy bien. Como premio les voy a contar un cuento. Este era un chamaquito que pedía limosna y que se consiguió unas tortillas con frijoles. Se sentó en una banqueta para comérselas, pero un perrito que también estaba hambriento se quería robar las que asentó. El niño le dijo: ‘No te atrevas porque te calumnio.’ Pero el chuchillo, en un descuido, mordió una tortilla y arrancó rápido. El chamaquito corrió tras el gritando: ‘¡Ese perrillo tiene el mal! ¡Ese perrillo tiene rabia!’ Entonces una señora le dio un escobazo. Otra le lanzó su chancleta y otros piedras, y como una de ellas le lastimó, el perrillo dejó de correr y entonces el niño lo alcanzó y le dijo: ‘¿Ya lo ves? Te dije que te iba a calumniar. Te lo diiiije.’”

Los niños soltaron la carcajada por mi chiste –tan sangrón– y yo agregué: “Bueno, tengo mucha hambre y ya me quiero ir a casa a cenar. Vamos a ganar pronto a esas grandotas para irnos. ¡Ese balón no se nos cae! ¡Arriba El Ahijadero!”

Parece que el “tiempo” tuvo un resultado positivo, porque logré destrabar a los míos y que descansaran. No sucedió lo mismo con nuestros adversarios, que se hacían cruces sin poderse explicar –como nadie fuera de nosotros– lo que había pasado, e incluso creo que se desestabilizaron.

El encuentro se reinició.

Llegamos a 15 tantos y nos empataron.

Llegamos a 16, y una “clavada” que pudo haber significado un nuevo empate fue levantada literalmente desde el suelo por un niño al que se le había reventado un huarachito. Al saltar, como éste le estorbaba, se lo sacudió y voló por los aires al mismo tiempo que el balón. ¡Era el tanto 17 del triunfo!

Los gritos, las carcajadas y los aplausos no se hicieron esperar. La gente me ganó en llegar a los niños. Eran ahora éstos los que volaban por los aires y, asustados y molestos, se defendían de la gente que los peloteaba.

Una porra linda se escuchó. Eran las muchachas del equipo perdedor que saludaban noblemente nuestro triunfo. Los maestros también me felicitaron, y pude ver entre quienes levantaban a mis chamaquitos al cura que había llevado al equipo de Mariana hasta nosotros en nuestro primer encuentro.

No logré que mis muchachos devolvieran la porra. Uno quería que dijéramos “Arriba El Ahijadero y abajo Mariana.” Luego aceptaron que dijéramos “Arriba Mariana, pero más arriba El Ahijadero.” Terminamos por salir de ahí simplemente saludando con las manos.

Para mi sorpresa, muchos jinetes de nuestro ejido nos hicieron compañía. Conque no estábamos solos. Habían ido a ver y regresaban como nosotros: con el corazón que no les cabía en el pecho. Iban gritando sus ay-ay-ayes, cantando y vaciando la carga de sus pistolas.

Por nuestra parte, ahora sí que cantábamos. Le dimos cuando menos tres vueltas a nuestro repertorio y llegamos al ranchito mortalmente cansados, con una fatiga que la tensión y la euforia anteriores no nos dejaban sentir.

Aun así no me pude dormir pronto porque, después de un rápido baño y una ligera cena, todavía llegaban papás –y algunas mamás– a preguntarme: “Profe, ¿es cierto que ganaron?”

MTRO. JUAN ALBERTO BERMEJO SUASTE

 Continuará la próxima semana…

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.